Este primer torneo de
diciembre de Sevilla, teniendo en cuenta los singulares personajes que
cohabitan en el mundo del Scrabble hispalense, no podía sino comenzar de una
forma un tanto rocambolesca. Yo había recibido el extraño encargo de “ambientar
el torneo”, cosa que no entendí muy bien en un principio. Pero cuando estaba
decidido a cumplir mi misión, claro
está, a mi propia manera, y llegué a la sala equipado con un tanga de la
Pantera Rosa y unos pompones de cheer leader, me explicaron que no se trataba
de eso, sino de “ambientar” en el sentido más literal de la palabra. Vamos, que
buscase un bazar abierto un sábado festivo en Sevilla a las 9 de la mañana con
7 grados, y comprase un par de ambientadores porque la sala no tenía
ventilación.
Cuando entré en la sala
y vi el elenco de participantes del torneo casi se me saltan dos lagrimones,
porque pensé que aquello en vez de ser un torneo de la AJS era un reencuentro
conmemorativo del extinto Azeuxis. Sobre todo cuando vi pululando por allí a un
señor muy parecido a Ricardo de Arcos, pero con más pelo.
A tenor de la masiva
presencia de amantes del macramé sevillano que allí éramos, alguien sugirió
cambiar algunas normas básicas del juego: quien llegase antes a 200 puntos,
perdía la partida. Quien hiciera una jugada de más de 60 puntos, perdía la
partida. Quien no obedeciese a María, perdía la partida y se llevaba una
colleja. Por suerte, por allí andaban Santi, Antonio Álvarez y Miguel Ángel,
que se opusieron, y el torneo pudo comenzar de forma normal.
Bueno, de forma normal
es un decir, porque después del madrugón, de recorrerme media ciudad buscando
los imprescindibles ambientadores de jazmín para cualquier torneo que se precie
(Sí, si no eran de jazmín, no valían), y de llegar a la sala a toda prisa congelado
y acalorado a la vez, el sorteo de la primera ronda parece descojonarse de mí
cuando veo: “Rick de las Casas, primer bye”. Así que ahí estuve yo, dando
vueltas por la sala durante una hora con un ambientador de jazmín en la mano.
Ya metidos en faena, en
segunda ronda me hicieron falta 4 scrabbles y más de 500 puntos para vencer al
Pingus, que aparte de dejarme anodadado con un “roñáseis” de 118 puntos, se
pasó media partida llamándome “pene deambulante” y riéndose, aún no entiendo
por qué.
En tercera ronda tuve
una partida muy emocionante con Santi, no pude resistirme a cerrar el tablero
mezquina pero éticamente, y al final cuando vació la bolsa pude poner mi
scrabble. Así que acabé la mañana arriba con “tres” victorias.
A la hora de la comida,
los de “El Fogón de Sancho” debieron de vernos cara de eso, de Sancho Panza,
porque empezaron a sacar comida como si fuésemos las legiones romanas de Julio
cesar. Además de cantidad, todo exquisito. Juraría que vi al señor oscuro
sepultado bajo una montaña de arroz con verduras, Yaiza era una máquina
industrial de devorar cuencos de ensaladilla, incluso me pareció que a José
Montes le había vuelto a crecer el pelo, aunque luego me fijé y resultó ser que
alguien le había derramado una fuente de tallarines en la cabeza. Cachis…
Al acabar de comer me
ocurrió un hecho curiosísimo: el camarero me llamó y me enseñó en su móvil una
foto que había hecho de mi partida con Santi, y me dijo: “me fijé que con ese
atril tenías un scrabble en este hueco doblando tales letras, por qué no lo
pusiste?”. Me dejó flipado, porque ese scrabble era doblando cuatro letras,
entre ellas la Y, en el único hueco que quedaba del tablero. Luego le expliqué
lo que era un zamarrazo y por qué no debía ponerlo, etc.
Después de comer me
tocó jugar con el gran José Montes, ya sin tallarines ni pelo en la cabeza,
pero a la postre justísimo y merecido campeón. Tuve el honor de vencerle en una
partida ajustadísima, aunque el honor no es sólo ese, sino compartir torneo,
comida, etc con semejante crack.
Pero lo más curioso de
todo el torneo vendría al comenzar la quinta ronda. Me enfrentaba a Joan
Lázaro, que para mi desgracia, dio con la forma más efectiva de derrotarme. Justo
antes de empezar la partida, veo que se desabrocha el cinturón y que su
bragueta queda medio abierta. Total, que de esa guisa empezamos a jugar, pero
cada vez que yo cogía mis siete letras para poner un scrabble, Joan Lázaro
movía el paquetón y me sonreía, ante lo cual yo me retractaba, y acababa por
jugar un “ad”, un “eh” o un “oh”. Como se puede intuir, aquello no acabó bien
para mí y me ganó. Seguramente ese truco también sirva para cualquier mujer que
se enfrente conmigo, así que ya sabéis lo que tenéis que hacer para ganarme,
chicas. Bueno, por probar no perdéis nada, no?
En sexta ronda palidecí
ante la furia del señor oscuro, que me hizo 5 scrabbles y más de 550 puntos.
Los 8 kilos de cocretas que se comió (Sí, cocretas, alguien dijo durante la
comida que admitirán esa palabra) debieron de darle energía y fui aplastado por
sus ejércitos. Grande Peláez.
Álvaro, con acumulada
sed de venganza por nuestro último enfrentamiento, me esperaba en ronda siete. Quedaría
bonito decir que veía rencor en su mirada, odio tras su gafas, resentimiento en
sus gestos… Pero estaría mintiendo. Yo no he visto en mi vida un tío que se ría
más cuando le ponen un scrabble o cuando pierde una partida. Es mi ídolo, yo
venga a hacerle puntos y él venga a sonreir como si tuviese a Elsa Pataky debajo de la mesa. Al final casi fui yo el que me ofusqué, sin entender por qué
era tan feliz ese hombre y sin poder encontrar a Elsa Pataky en ningún sitio.
Igual por eso le gané con la palabra “educado”.
Así pues, terminé el
día arriba en la clasi y con opciones de todo. Por eso me fui a dormir temprano
y descansar, a pesar de las 400 llamadas y 3000 whatsapp con que Miguel Angel
Henares me bombardeó entre las 22:00 y las 7 de la mañana para que saliese de
fiesta.
Sin embargo, de poco me
sirvieron mis 14 horas de sueño y mis 15 tilas, porque en ronda ocho el
regresado Ricardo de Arcos no me dejó poner ni un solo scrabble y no pasé de
los 300 puntos. Si me hubiera ido de fiesta con Pingus hubiera perdido igual,
pero por lo menos lo mismo hubiese ligado. Esperemos que haya vuelto para
quedarse, gran noticia su retorno.
En ronda nueve me las
prometía muy felices al ver que me tocaba con mi apreciado camarada Germán,
debutante en este torneo. Sin embargo sufrí tinta china para ganarle. Hasta el
penúltimo turno que cogí el comodín lo tuve crudo, siempre a remolque en una
partida muy dura. Tanto él como Inés debutaron en el torneo con más media de
elo de la historia y dieron la talla de forma sobresaliente, demostrando que a
poco que cojan tablas harán grandes cosas. Un merecidísimo aplauso para ambos.
En última ronda me
jugaba el pódium, el trofeo sub 1900… podía pasar de todo, desde ganar ambos
premios a quedarme sin ninguno. Y con quién me tenía que tocar…?? Sí señor! Con
el señor de la bragueta abierta y el cinturón desabrochado! Sir Joan Lazaro!
Cuando lo vi sentado esperándome con cara de sorna y echándose mano al botón
del pantalón me temí lo peor. Sin embargo, para mi sorpresa conseguí ganarle, y
además acabé con la palabra “jodí”, cosa que debió de enfurecerlo, porque al
acabar la partida os juro que se quitó el cinturón y empezó a perseguirme por toda
la sala para azotarme. Parecíamos el cuadro de Goya “la letra con sangre entra”.
Grande Lázaro, pero más grande aún Marian, que me salvó de ser fustigado.
Total, que acabé
segundo, mi primer pódium, y ganador del sub 1900, premio que al final cedí a
Pingus, con la condición de que me explicara por qué se llevó todo el torneo
llamándome “rey de la colina” y “pene deambulante”. Pero aún no había acabado
todo. ¿Qué mejor forma de concluir y celebrar un torneo como este? ¿Copas?¿Una
tarta? No señor… algo mejor… en Sevilla somos así… Tras el intensísimo torneo clásico…Venía el
torneo de duplicadas! Se nos ocurrió ponerlo el domingo por la tarde, por si aún
teníamos hambre de Scrabble. Ganó Joan Lázaro, que estaba desatado, al igual
que su cinturón. Cuando acabamos de jugar y de recoger eran las 10 de la noche,
y decidí escapar de allí cuanto antes porque vi que se estaba llegando a un
consenso entre Pelaez, Yaiza y María para jugar una ronda más de duplicadas y
hacer noche allí mismo.
Muchas gracias a los
que vinieron de fuera, a los que vinieron de dentro, a los que quisieron pero
no pudieron, al “Fogón de Sancho” por volcarse con el torneo, a Marian por
aguantar carros y carretas como jueza y domadora de fieras…
El año que viene más y
mejor!
