lunes, 3 de noviembre de 2014

IV ABIERTO DE ANDALUCIA DE SCRABBLE: UNA CRÓNICA MÁS

He decidido dar el salto al poco agradecido mundo de las crónicas escrabelísticas, sabiendo que mucho me falta para igualar a los grandísimos cronistas que después de cada torneo nos deleitan con sus letricas.
Y nada mejor que hacerlo con este magnífico torneo que cada año nos brindan las compis del Malacitano, superándose y currándoselo más y más a cada año que pasa, sin perder la ilusión ni la sonrisa. De verdad que moláis mucho, siempre me encanta venir a Fuengirola.

Hechas las presentaciones, decir que el viaje empezó de manera… peculiar…? Circulando frenéticamente a una media de unos 25 km/h por la autovía Sevilla-Málaga, debido a la fecunda cosecha de radares que los campos sureños han dado este año. Hay que sumar a esto la irreprochable lección de estrategias impensables y anagramas de 7 vocales con las que el Señor Oscuro nos obsequiaba siniestramente desde el asiento trasero durante todo el trayecto, así como una nueva versión del famoso macramé sevillano por parte de María. Esta versión no consistía en cerrar el tablero lo máximo posible, sino en cerrar a cal y canto todas las ventanas del coche a toda costa, supongo que con la intención de matar al rival asfixiándolo. Así que al final acabamos jugando al famoso juego de “Bajo la ventanilla, tú la subes, yo pongo el aire acondicionado, tú lo quitas, y así tres horas de diversión a tope”. Por supuesto, ni que decir tiene que aquel juego lo ganó ella. Entre el uno y la otra viví una noche de Halloween inolvidable.

Llegamos a Fuengirola sin más incidencias, salvo un pequeño rodeo que nos hizo dar el GPS cuando ya casi estábamos en la puerta del hotel. Nada, una vueltecita hasta la Sierra de Gredos y volver, poca cosa. Ya en el hotel, re-encuentro general y detalle del Malacitano, uno más, con invitación en el bar del hotel. Y luego a cenar al Lizarran, donde el último día casi nos hacen socios honoríficos tras dejarnos allí la mitad de nuestros ahorros. 

A la mañana siguiente Novoa, Vanessa, Yaiza, María Pelaez y yo logramos la difícil tarea de encontrar la cafetería más cara de Andalucía, la cual tenía a las camareras más antipáticas de España y el café más malo de Europa, todo a la vez. Me escapé a tiempo al súper de al lado a comprarme algo y me libré de pagar 3 euros por un café. 

Aquella mañana recibí mi primera buena noticia: tras minuciosos y numerosos cálculos acerca de los emparejamientos de la primera ronda, todo apuntaba a que mi primera partida me enfrentaría con la única debutante del torneo, la cual decían que no había jugado en tablero en su vida. 

Ya en la sala, pensando que al fin voy a empezar un torneo ganando la primera partida, la voz de Marina Melero cantando los emparejamientos transforma mi dulce sueño en horrible pesadilla: “Mesa 1: Rick de las Casas-Antonio Álvarez”. ¿Pero qué debutante es este? ¿Cómo narices habían hecho los cálculos de emparejamientos? Así que me senté resignado a contemplar cómo el “debutante” me endosaba scrabbles como rosquillas.

Siempre se aprende algo nuevo, y en segunda ronda, Isabel Pérez me enseñó una nueva palabra de 3 letras: Nia. Nia…? Ni hablar! Me aseguró que era una unidad de medida y que ella la ponía muchas veces, y tras múltiples forcejeos y la amenaza de llamar a la Policía Local de Fuengirola, logré que desistiera y que la quitase del tablero. 

Ahora sí, en tercera jugué con la mencionada debutante, Isi Guarino, que mostró buenas maneras y muchas ganas de aprender. Encajó bien la derrota y aceptó mejor aún algunos consejos, creo que dentro de poco tiempo dará guerra.

Los del Lizarran volvieron a recibirnos casi haciéndonos la ola. De hecho estuvieron a punto de adoptar a Peláez, que malito del estómago él, pidió que le hicieran una tortilla francesa especial para señores oscuros. A la camarera debió de darle penita, porque le puso un tortillón como la catedral de Burgos y lo miraba con ojos maternales. Esta vez los cálculos para cuarta ronda no fallaron, y me tocaba jugar con María. Quería vengarme de mi derrota del día anterior en el juego de “sube y baja las ventanillas del coche”, y se me ocurrió una idea justo antes de la partida.

Mi estrategia consistió en mantener mis fichas boca abajo hasta que ella hiciera su jugada. Así no vería mis caras de “Q”, de “Scrabble”, de “doblar la J”… Os prometo que hace tiempo en una partida amistosa me miró y me dijo “Por tu cara sé que tienes la J y que vas a doblarla”. Y acertó! Al final no me hubiera hecho falta porque me salió todo y más, y a ella nada y menos, y gané. 

En quinta me vino otro miura: una de mis 457 bestias negras del Scrabble: Álvaro. Y nada menos que en mesa 1. Decidí jugar también con mis fichas boca abajo, pero la partida fue aún más escandalosa a mi favor que la anterior: 5 scrabbles míos por dos suyos. A cada jugada mía yo pedía perdón y a él le salía un tic en el ojo derecho.

Novoa me ganó en sexta ronda en una partida chula. 

En la última del día vi pasar mi vida entera por delante de mis ojos cuando Vanessa se levantó de la silla al acabar. Sentí próxima mi muerte, intenté escribir un testamento rápido en mi libreta de partidas… Y todo porque le clavé un nónuple con “TITÁNICO” y al robar, de 11 fichas que quedaban no cogí la Q… Sí, se me apareció un poco la virgen, para qué negarlo.

Así las cosas, acabé el día arriba en la clasificación y con opciones de todo. Animé al Peláez Oscuro a que se fuese de karaoke y a que se bebiera hasta el agua de los floreros, ya que a la mañana siguiente sería mi primer rival.
Para mi sorpresa le gané de 3 puntos en una partida de infarto. Digo “para mi sorpresa” porque nuestra media en partidas amistosas debe de andar por los 5/1 a su favor, siendo generosos. Así que parecía claro que el señor oscuro lo tenía un poco negro para ganar el torneo.

A estas alturas estábamos 4 jugadores empatados a 6 puntos liderando la clasi: Álvaro, Novoa, Pelaez y yo. Así que podía pasar de todo, y lo que pasó fue que el Swiss hizo unos emparejamientos rarísimos y me tocó con el afable Crápula, que afablemente me dejó sin opciones. Mis tres rivales ganaron sus partidas y yo perdí la mía, que cogió mala pinta desde el principio al jugarme una palabra mala que habré puesto 400 veces mal: “Bocetar”. Para arreglarlo, también puse “geleando”. Obviamente, un tío que se juega un torneo en penúltima ronda y pone “bocetar” y “geleando” merece múltiples collejas y cero premios.

En última ronda perdí con Novoa de 4, en un final que se apretó muchísimo tras ver la partida perdida. Se quedó con 23 segundos en su reloj, y yo con sabor agridulce.

Tras acabar el torneo, fuera nadie se aclaraba si los premios eran acumulativos, si no lo eran, si el premio que corría era el de campeón de Andalucía o los de pódium. Había quedado Álvaro primero y también campeón de Andalucía. Si elegía el trofeo de campeón de Andalucía, el segundo clasificado, Novoa, se llevaría el trofeo al ganador. A éste no le parecía lógico, y creo que al resto del mundo, exceptuando quizás al congreso de los diputados, tampoco.

Por un momento nadie se aclaraba, alguien sugirió que Novoa se llevase el premio de campeón de Andalucía, Álvaro el de mejor debutante y José Montes, que andaba de excursión por la Alpujarra granadina, el de primer clasificado. 
 
En la comida de despedida presencié una imagen que quedará grabada en mi retina de por vida. Vanessa se acercó a la mesa donde estábamos comiendo los sevillanos y mirando a María se arrodilló y le pidió con ojos de cordero degollado que le enseñase los más profundos secretos del macramé. Un fajo de billetes de 50 le sobresalía de un bolsillo, y una pistola del calibre 22 del otro. Cuando me miró de reojo y me gritó: “titánico!” volví a ver peligrar mi vida y me fui a buscar el postre.

Y así acabó todo, bueno, todo todo no, a mitad de camino terminamos Peláez, María y yo jugando 3 partidas en una gasolinera de mala muerte en medio de la autovía, casi sin luz, arreciados de frío y escuchando aullidos de lobos no muy lejos. El Señor Oscuro, al borde de la locura, se reía solo y repetía una y otra vez “Aullido prolonga a maullido!”