martes, 8 de mayo de 2018

TODO AQUELLO QUE JAMÁS VOLVERÁS A HACER CUANDO CUMPLES 40



    ¿Alguna vez te has parado a pensar que el día en que cumples cuarenta años dejas de ser un treintañero para convertirte en un cuarentón? ¿No te parece que existe una diferencia abismal entre ambas palabras? Repítelas. Compáralas. TREINTAÑERO. CUARENTÓN. El castellano no es caprichoso, amigo, y si te fijas, nuestra lengua parece trazar una línea divisoria entre dos bloques de etapas vitales: Por una parte, el bloque “veinteañero-treintañero”. Por otra,  el bloque “cuarentón-cincuentón”.

    Y es que, te guste o no, cuando cumples cuarenta has llegado, con bastante exactitud, a la mitad de tu vida.  Te invito a hacer la siguiente prueba: Coge una hoja de papel, dibuja una línea que lo atraviese y dóblalo por la mitad. Observa  cómo tu nacimiento se superpone a tu muerte. Piensa ahora en cómo muchos de tus primeros recuerdos permanecen nítidos en tu memoria, como si no hubieran pasado treinta y cinco años desde tu primer día en preescolar (Es curioso, no conozco a nadie que no recuerde a la perfección su primer día en preescolar). Pues ese momento que a tu memoria no le parece tan lejano, es equidistante en la hoja y en el tiempo real al día en que tengas setenta y cinco años y que ahora ves como un punto perdido en el infinito.

    Pero no nos pongamos trascendentales y dejemos los infinitos y las reflexiones profundas para los Coelhos de la vida.
    Lo que es cierto es que a los cuarenta años ya sabes que hay cosas en tu vida que, para bien o para mal, ya nunca podrás cambiar: asumes que vivirás el resto de tu vida con una serie de manías que te vienen acompañando desde que tienes uso de razón (Algunas son absurdas e inexplicables, pero ahí siguen. Yo por ejemplo, odio el número ocho sin ningún motivo. Así que cuando cuento, me lo salto. No tiene ningún sentido pero lo llevo haciendo desde niño y no lo podré evitar jamás).

    Ocurre algo muy curioso, y es que a los cuarenta años la banda sonora de tu vida ya está creada: ya hace tiempo que, sin darte cuenta, elegiste las canciones que llevan años y años siendo los clásicos de tu vida. Y créeme: a estas alturas se hace muy muy difícil grabar nuevos temas en la cinta o borrar los que ya están. Puedes seguir oyendo música nueva y descubrir grupos, pero en los grandes éxitos de tu vida ya están todos los que son y ya son todos los que están. Porque un día te da por investigar en guguel y descubres que ese grupo que te lleva sonando a nuevo durante los últimos veinte años, hace tiempo que dejó de existir, sus discos están descatalogados y la mayoría de sus miembros yacen criando malvas.

   Con el cine sucede lo mismo: tus películas favoritas serán las mismas a los cuarenta años que a los ochenta. Quizá sea que a edades más tempranas somos más impresionables y todo nos marca más, porque nuestra mente está más abierta y receptiva, y nuestra capacidad de aprendizaje, de sorpresa y de retentiva es mayor. Pero mejor dejemos estos razonamientos para los Punsets de la vida.

    Los que tenemos cuarenta años pertenecemos a una generación muy curiosa: hemos sido igual de felices con dos canales de tv que con Netflix. Hemos vivido desde el disco de vinilo y el magnetofón hasta Spotify. Nos hemos apañado con cabinas de teléfonos igual de bien que con el último mega-super-chuli-smartphone. Sabemos usar una máquina de escribir con la misma soltura que manejamos un dron. Nos hemos adaptado a cambios sociales brutales.  Somos una generación todoterreno. 

    Los cuarenta son la última oportunidad para decidir cómo quieres vivir tu vida: si te planteas tener niños, casi vas tarde. Si piensas pedir una hipoteca, tu edad pronto empezará a ser un condicionante para que el banco te ponga peores condiciones. Por supuesto, ya no es tan fácil encontrar amiguetes de aventuras, porque a esta edad los círculos sociales se han ido cerrando, así que por mucho que te apuntes a clases de baile de salón, de pintura o de equitación, cuando el cuadro ya está pintado o cuando el caballo vuelve al establo, cada mochuelo vuela a su nido y tú te quedas con cara de tonto esperando esa cerveza grupal que nunca acaba de llegar, mientras te preguntas en qué pensabas cuando pagaste los 140 euros de matrícula del curso de baile de salón. Qué cosas, ¿no? Si siempre odiaste bailar, ¿para qué te metes en esos “fregaos”?. 

    Y es que si hay algo cierto, es que los amigos que vas a conservar el resto de tu vida son aquellos que has conocido mucho antes de los cuarenta. No importa que te reúnas con tu pandilla de la facultad o del instituto una vez cada dos años, ni que apenas sepas de sus vidas. Sabes en el fondo que esos van a ser quienes acaben recordando tus mismas anécdotas de siempre alrededor de una mesa el día en que cincelen tu nombre en una losa de mármol.

    En fin, lo que está claro es que ni Coelho con su prosa para incautos ni Punset con su metafísica para dummies pueden darte las claves sobre cómo vivir la segunda mitad de tu vida. Y sería demasiado simplista y tópico acabar con un manido “carpe diem”. Así que, por mi parte, igual echo un vistazo al folio del experimento del segundo párrafo, le hago otro doblez y aprovecho los siguientes diez años de mi vida para hacer aquellas cosas que jamás podré volver a vivir cuando, dentro de una década, me dé por publicar un artículo llamado “todo aquello que no podrás volver a hacer cuando eres un cincuentón”.

sábado, 14 de noviembre de 2015

CRÓNICA SCRABBLERA SEXUALMENTE AMBIGUA




El título de esta crónica se debe a una frase que comprende la ambigua esencia de todo lo que me ha ocurrido en este torneo (Obviaré al autor de la misma):

“Rick, tienes una pluma escandalosa, pero jamás se me ocurriría dejarte solo con mi mujer en la habitación del hotel”.

¿En qué quedamos? ¿Soy un amanerado sin peligro alguno para el género femenino? ¿Soy un depredador de féminas inmerso en un baño de aceite? Por favor, amigos escrableros, aclaren esta esquizofrenia sexual a la que me someten torneo tras torneo…o mejor déjenlo así… en el fondo disfruto como un enano sarasa.

Y es que ya desde que comenzamos el viaje la cosa prometía: nada más salir de Sevilla, Álvaro Noguer y yo pusimos a todo volumen el “Go West” de los Pet Shop Boys (para quien no lo sepa, himno gay por excelencia). Mientras, Topo hacía su aparición en nuestra conversación y como si oliese la sangre, también hizo acto de presencia por el móvil. La víctima de todo era el Señor Oscuro, que agazapado en el asiento de atrás y siendo observado de reojillo por Álvaro, por mí y casi por el Topo en la distancia, como una liebrecilla atrapada por aves carroñeras, temía acabar aquella noche en un cuarto aún más oscuro que su propio nombre.

Al llegar al hotel, algún graciosillo ya le había dicho al recepcionista que “al que tenía mucha pluma le diese la habitación más cercana al ascensor”. Como era de esperar, nada más llegar al mostrador el recepcionista me dijo “caballero, tiene usted la 420. Cuarta planta, junto al ascensor”.

Y allí en el bar del hotel, con 14 tíos bebiendo cerveza y un moña bebiendo menta poleo, nos reunimos todos al fin.

A la mañana siguiente todo el Azeuxis urdió un enrevesado plan para desquiciar a Crápula, temerosos de que su buena progresión en el juego nos hiciera sombra. Se trataba de acercarnos a la mesa donde él desayunaba tranquilamente, juntar nuestras muñecas mostrando unas pulseras que María de Arcos nos había facilitado, y gritar al unísono: ¡Viva Azeuxis! Jamás olvidaré su mirada perdida al contemplar mi pulsera rosa sobre mi muñeca velluda. A partir de ahora su frase más repetida será: “no, no estuve en Vietnam: las secuelas son culpa de las pulseritas del Azeuxis”.

Al llegar a la sala me aguardaba una sorpresa mayúscula: alguien anunció que una chica nueva  había visto un cartel del torneo por la calle y vendría a jugar. Me quedé a cuadros cuando al rato en la sala entró una joven y preciosa negrita de nombre ¿Gauden?. Pero más a cuadros me quedé cuando toda la sala se volvió hacia mí con sorna y coreó a viva voz: ¡¡¡Rick, enséñale a jugar!!!

¿En qué quedamos, noble tropa de frikis escrableros? ¿depredador de mujeres o mariposón sin peligro?
Así que intentando esquivar los charcos de babas que fluían en dirección a Gauden, le di algunas nociones de Scrabble básico (“no me importa que no sepas lo que significan las casillas rojas y azules: la única palabra que necesitas conocer es “cerrar”). Parecía lista y muy interesada en el juego, y su juventud y ganas de aprender me hicieron intuir buena compatibilidad con Javier  Pélaez. Ya me imaginaba una placa en la puerta de su futura casa: “aquí viven el Señor Oscuro y la Señora Oscura”. Sin embargo, tras observar desde fuera la primera ronda y detectar el nivel de frikismo que reinaba en la sala, optó por una sabia retirada.

Aún pensaba en aquella chica durante la primera partida y andaba despistado y jugando mal ante José Antonio Lozano. Pero se ve que él también andaba con la mente en otro sitio. Tras abrirme con un “ligó-n” muy apto a las circunstancias, se olvidó de taparme el único hueco para Scrabble que había sobre el tablero y gané de zamarrazo. Victoria agridulce: él se llevó la parte agria, y yo la parte dulce. Porque en realidad no existe ninguna victoria agridulce, dejémosnos de gaitas: a todos nos encanta ganar, merecida o inmerecidamente.

Como ya sabéis soy todo un caballero, y más cuando se trata de esas mujeres hechas y derechas de buen ver que tanto me gustan. Por eso me comporté con Mavi como se merece toda una señora de su categoría. Cortesmente fui abriendo huecos sobre el tablero para que ella me endosase puntos a diestro y siniestro. Al acabar besé su mano, hice una reverencia y le dije: “para servirle, señora”. Al final, para mi infortunio, sólo le serví para que se llevase la victoria.

Gané a Teresa en tercera ronda una partida que al final casi me remonta a base de rentabilizar letras gordas y que si hubiera durado dos turnos más, estaríamos hablando del segundo acto de caballerosidad sobre el tablero.

Tras una emotiva comida en la que María de Arcos nos deleitó con un tierno discurso sobre su gran amor por los perros, me tocaba Agness (me tocaba jugar con ella…Al Scrabble). Cuando tengo el estómago lleno dejo de ser un caballero, así que le endosé 5 scrabbles y más de 600 puntos.

En quinta ronda obsequié a María con todo un arsenal de palabras inválidas. Casi consigo despistarla con la ayuda de Álvaro, a quien soborné previamente para que se equivocase de rival y sembrase el caos en el torneo. Pero no se dejó achantar y me ganó.

Pingus me había traído desde Madrid un bonito detalle de parte de Elena Tazón: no eran pasteles, ni regalos… era una tanda de collejas que además debía grabar en video como prueba. Suerte que Mavi me devolvió el gesto de caballerosidad que tuve con ella anteriormente y en una bonita partida conseguí vencer a Miguel Ángel con un CARRETERO metido con calzador. 

Los ejércitos del Señor Oscuro me masacraron en la última batalla vespertina. Lo mejor de todo fue la bronca que me sacudió al acabar, por el desastre de partida que hice. Desde que hace 20 años dejé el ron-Cola por el té verde no recuerdo que un amigo me endosase un rapapolvo de tales dimensiones.

Tras acicalar mis plumas durante un buen rato me di cuenta de que había llegado la hora de la cena y cuando bajé ya era tarde y todos se habían ido a devorar pescadito al “Chipirón”. Sin embargo llegué casi a la vez que ellos allí… Ardo en deseos de saber quién guiaba aquella errante expedición… a la vuelta de cenar Agness se empeñó en ir andando hasta Torremolinos para buscar a Germán (que aquella noche tenía allí una reunión de trabajo…una reunión de trabajo un sábado por la noche en Torremolinos… no sé en qué trabaja Germán, pero debe de ser algo inmensamente divertido o extremadamente peligroso) y volvimos a perdernos.

Por desgracia nos perdimos el karaoke, así que ideamos un plan B acorde a los coherentes parámetros que el Azeuxis suele seguir: un campeonato de ping pong.

Antes decidimos tomarnos una copa en el hotel, pero Álvaro se negaba a entrar en el bar porque un camarero de 170 kilos había estado tirándole los tejos previamente. Y no se le ocurrió otra cosa que darle el billetito de 10 euros al plumífero oficial del club y decirme: “Rick, por favor, entra tú y pídemela”. Entro, vuelvo tras media hora con la copa para Álvaro, con un batido de fresa para mí y cOn la cabeza como un bombo por la eterna y azucarada conversación del camarero. ¡Nunca más!

Nunca más… y una leche!!. Porque a continuación, Agness  me dice, poniéndome cara de gatito de Shreck: “Rick, por favor, entra y pídeme un cocktail de piña”. ¿Cómo negarme? Así que cuando entro en el bar desierto, el camarero se alegra de volver a verme, cierra la puerta, nos quedamos los dos solos dentro y me dice muy suavón: “huy, lo siento, es que ya estaba cerrando”. Al final me las apaño para escapar de allí dentro, eso sí… con la copa de Agness gratis… que uno también tiene sus encantos y consigue que le inviten a copas… Sí, insisto en que me invitó sin darle nada a cambio… no hay pruebas de lo contrario! He dicho!
Y comenzó el torneo de ping pong Azeuxis 2015.

Álvaro se hizo el rey de la pista, sólo María le hacía algo de sombra. Peláez invocaba a las fuerzas de la galaxia mientras mandaba pelotas al quinto pino, y Agness jugaba descalza mientras no paraba de estornudar. ¿Quién dijo que el karaoke era divertido?

Mi juego era una exquisita combinación entre dar pelotazos en los testículos de Álvaro Noguer y embarcar bolas por encima de la valla del hotel. Cuando María de Arcos presenció esto, pensó en los 5 años que había tardado en enseñarme a jugar al Scrabble, hizo un cálculo proporcional de lo que tardaría en enseñarme a jugar al ping pong y horrorizada, erradicó su incipiente idea de adiestrarme en aquellas lides ingiriendo grandes cantidades de combinado de piña sin alcohol.

El domingo siguió el torneo de Scrabble. Gané a Antonio Álvarez con bastantes buenas letras y crispación por su parte, por lo que veía al fondo la remota opción de llegar a los primeros puestos del torneo.
Mi bestia negra Álvaro me alejó momentáneamente de aquella opción en penúltima ronda, pero vencí a mi bestia blanca Agness en la última partida y quedé cuarto al final.

A la espera de trofeos, premios, felicitaciones… al final me cayó una copa la mar de bonita inesperadamente, ya que el Azeuxis trabaja en equipo para todo, y el trofeo de campeón de Andalucía fue cedido escalonadamente de Peláez  a María y de María a mí. Lozano fue tercero y Agness ganó el sub 1800. Álvaro fue campeón del torneo de ping pong (menos es nada).

Felicidades al Señor Oscuro, un tipo cuyo talento es inversamente proporcional a su maldad, por su brillante triunfo con 9 partidas ganadas. A María por su segundo puesto, a Lozano tercero por un gran torneo, a Agness por el sub-1800, a Álvaro por el honorable campeonato de ping pong, a Germán por la juerga que se pegó en Torrem… digoooo, por su intensa noche de trabajo en Torremolinos. Y como no, al club Malacitano por el grandísimo torneo que nos brindaron, creo que es el quinto año consecutivo que vengo y nunca se me ocurriría faltar a un torneo tan molón como este.

¡Besos y abrazos con pluma!


lunes, 4 de mayo de 2015

CRÓNICA SCRABBLERA: CAMPEONATO DE ESPAÑA EN EL CASTILLO DE LA MOTA

El comienzo de mi viaje para jugar el campeonato nacional de España de Scrabble 2015 refleja lo que al final acabó siendo el torneo: muchas expectativas al comienzo para acabar de forma esperpéntica. Y es que nada más llegar a la estación para coger el AVE hacia Madrid, me asaltan un cámara de Telecinco y una reportera, preguntándome dónde iba a pasar el puente. Tras contarles que iba a un castillo en Medina del Campo a jugar un torneo de Scrabble se quedaron flipadísimos sin saber qué decir ante mi nivel de frikismo. Así que me crecí y les expliqué rápido cómo iba el tema de los torneos de Scrabble, etc. Me hicieron varios planos, me preguntaron mis tarifas para posar desnudo… Según decían lo pondrían en los informativos, y tras anunciar a media España mi estelar aparición en las noticias, me monté en el AVE con María, esperando ansiosos que llegasen las 15:00 para ver las noticias.

Tras agotar todos los megas de mi tarifa de móvil, quedarme medio sordo con un solo auricular y agotar los nervios de María, no aparecía yo, no aparecía… hasta que por fin María gritó: “Mira, ahí estás!” Pero…no. María se había confundido al ver a Cristiano Ronaldo sin camiseta y al final no aparecí por ningún lado.

Temiendo que al llegar me apodaran “el fantasma del castillo”, llegamos a Madrid en busca de Juan Novoa. El viaje de Madrid a Medina se nos hizo super ameno gracias a Vanessa, que se empeñó en contarnos las andanzas de Shreck en las últimas películas, una conversación muy animada entre los cuatro, hasta que Novoa dijo: “¿Por qué narices llevamos una hora hablando de Shreck?”

Cuando paramos en una gasolinera camino del castillo, apareció de entre unos matorrales el fantasma de Patxi Navarro y me dijo una frase premonitoria para mi torneo: “Rick, estudiarte listas y listas de palabras justo antes de un torneo es lo peor que has podido hacer”. Luego su silueta se desvaneció mientras se fumaba un pitillo.

 En realidad había puesto en práctica un sistema infalible para aprenderme listas de verbos: consiste en relacionar verbos con personas. Por ejemplo, para memorizar “regruñir” y “rebramar” me acordaba de Elena Tazón. Para memorizar “remandar” me acordaba de María de Arcos. Para memorizar “fiestear” pensaba en Camprubí, para aprenderme “calvar” y “decalvar”, José Montes… Sin embargo, tal y como vaticinó la aparición de la gasolinera, aquello no sólo no me serviría de nada sino que además confundiría más aún mi alocada mente.

A Joan Lázaro le encanta enseñarme sus cositas cada vez que me ve, pero esta vez me sorprendió con una enorme… palabra. Testigo quedará Marian de su extenso…vocabulario. Jugando la tarde del jueves él y yo contra Vanessa y el príncipe, y tras alentarme a colocar sobre el tablero un XECO para luego descojonarse vivo, me quitó las letras de mis manazas y con la solemnidad de un gran maestro, colocó un inigualable XOCOYOTE mientras yo me escondía bajo la mesa, avergonzado. Luego Lázaro me dijo: “Rick, levántate y anda… pero anda bien lejos de aquí, que no te vea cerca.” Grande Joan.

 La primera partida me enfrentó a mi camarada Andoni. Todo iba igualado hasta que se sacó de la manga el verbo RUMIR. Me lo conjugó dos veces, no sé si quiso poner DUMIR, RUMIAR... Me aseguraba a todas luces que RUMIR existía, pero el juez lingüístico, el árbitro del torneo, José Fernández, la RAE… debían de todos estar equivocados y le levantaron la jugada.

 La segunda partida contra Arantxa empezó a demostrarme lo que el ente de la gasolinera parecido a Patxi me había anunciado: primero por no ver un ENGRILLAR que había subrayado en mi lista un día antes y que me hubiera dado la partida. Y segundo porque, tal y como me ocurriría en muchas otras partidas, el tiempo casi se me agotó mareando mi atril en busca de palabras que nunca aparecían, así que jugué precipitado y a tomar viento.

 En tercera ronda jugué con Guillermo Pognante. En esta partida me ocurrió algo curiosísimo: en mitad de la partida, sin urgencias de marcador ni nada parecido, por alguna razón que jamás llegaré a entender, me llevé 8 minutos mirando el tablero como quien mira una puesta de sol, sin pensar en nada, para al final abrir un innecesario nónuple con una vocal haciendo 8 puntos. Así como lo cuento. En las últimas jugadas me salió un BLOQUEA puesto en el atril tal cual que me dio la partida inmerecidamente. Para bloqueo y empanada mental, la mía. Lamentable victoria.

Durante la cena del viernes sucedió lo más insólito que he vivido jamás en un bar. Tras pedir una primera ronda de pinchos, cuando llamamos al camarero para pedir más platos, el tío nos suelta: “no os puedo traer más comida porque los de la cocina no tienen más ganas de trabajar”. Tal y como lo cuento. Vimos que no era ninguna broma cuando al insistirle, el camarero empezó a traernos platitos de aceitunas como postre. Vivir para ver.

En cuarta gané al amigo Álvaro Noguer en una partida puramente macramé. Otra jugada inválida por mi parte: RULLE. Os prometo que en el tablero final era absolutamente imposible hacer más de 5 puntos ni colocar casi nada. Tal era la telaraña formada que Álvaro a punto estuvo de tragarse el comodín y una O. María, emocionada ante tan maravilloso hecho, no paraba de hacer fotos al tablero y de obsequiarnos con bandejitas de pastas y canapés.

En la quinta partida Montse se empeñó en jugar conmigo a un juego de cartas llamado “bantú”, pero rechacé su oferta y opté por jugar a las letritas. Al final de la partida me llevé 4 turnos pasando para no vaciar bolsa sin darme cuenta de que tenía colocado en mi atril AULLIDOS. Lo puse y gané.

 Jugar con Neme la final del mundial debe ser como tomarte una caña con tus amigos. Tensión cero. Nunca tuve a un jugador tan distendido frente a mí, qué tío más majete. Te gasta bromas con las palabras que ponéis, te cuenta chistes, te habla de fútbol y de mujeres… Eso sí, al final después de echar unas risas, el tío majete te acaba ganando casi siempre.

En la séptima ronda empeoré con creces las idas de olla de las partidas anteriores.
Siempre se puede hacer una jugada más disparatada que la anterior, y así sucedió: en una disputada partida con Serge Emig se me ocurrió jugar… atención: UNJID. Duele sólo de verlo, pero lo peor no fue eso. Lo peor fue que cuando me la impugnó, pensé que no valía por ser imperativo y en la siguiente jugada jugué UNJIR. Serge se quedó tan sorprendido que a la siguiente jugada me impugnó LIJE. Esto deja en pañales a otra de mis muchas palabras inválidas en este torneo: MENDEIS. ¿De dónde leches he sacado el verbo mendar? Ver para creer… merezco que me ungan con miel y me suelten bago un panal de abegas salvages.

Vencí a Lozano en la octava en una partida cerrada y curiosa, ya que él hizo 3 scrabbles por uno solo mío, y por más que miro y remiro la libreta, no sé cómo me salieron las cuentas para ganarle con ese bagaje.

En la siguiente gané a Juan Novoa con el tanteo más pírrico que recuerdo en una partida: 382-364. Esta vez fue él quien se equivocó poniendo de inicio AO. Luego no encontró su juego, y de no ser por las dos últimas jugadas de la partida habríamos acabado 335-268 y con una placa conmemorativa en la sede del Azeuxis.

 Ayala me embistió con 4 jugadas seguidas de más de 70 puntos y luego se fue a echarse la siesta y a tomarse unos chatos mientras yo me peleaba con mis atriles.

 El cúmulo de despropósitos hasta este momento rozaba lo escandaloso, pero con Miguel Ángel Henares superé el límite de lo imaginable en cuanto a cómo perder una partida. Prometo que para perder esta partida había que ser muy rebuscado, e hice la única jugada entre miles que me daba la derrota. Fue así: Perdiendo yo de 10, tengo en mi atril letras estupendas y el comodín. Queda una ficha en la bolsa y echo dentro la RR. Así se la come si me pone scrabble. Él pasa, y a continuación… pongo mi scrabble… y me como la RR que momentos antes yo mismo había echado a la bolsa. La cara de sorpresa de Pingus cuando me vio poner scrabble lo dijo todo. Claro, fue poniendo sus eles, sus ces, sus tes… y ganó. Dantesco.

Chelo Charlán me pareció una gran jugadora, nunca habíamos jugado y me pareció muy completa: tiene buena estrategia, buen vocabulario, templanza… Y lo más importante: es muy sólida y no comete errores. Jugó muy bien el final y yo lo gestioné de pena, me ganó, a pesar de tragarse un inválido CUITEADA que quiso pluralizar. Puede estar orgullosa de su gran torneo, ojalá siga en esa progresión.

Bajo ningún concepto quería enfrentarme a la loborra Elena Zotán. Lleva años acumulando ira sin poder hincarme el diente, y mientras más tiempo pasa sin ganarme más furia acumula, y más me odia, y más collejas me da. Tenía la esperanza de que hubiese llegado el momento, de verdad deseaba que me ganase de una vez, pero con todo el tablero cerrado me abrió y le coloqué un ADURIDO que me acabó dando la partida. Yo a lo mío, seguía coleccionando palabras inválidas para mi repertorio: esta vez fue VANEADAS.

Hablando de verbos, en la noche del sábado a alguien se le ocurrió conjugar el verbo ESFOLLAR a altas horas de la madrugada, y debió de gustarle tanto que a las 7 de la mañana del domingo le dio por conjugar el verbo ESFOYAR esta vez. Los fantasmas también conjugan, parece.

Tori me dejó de una pieza antes de empezar nuestra partida, igual por eso me ganó. Cuando nos sentamos, empezamos a recordar cuántas veces nos habíamos enfrentado, etc. Yo recordaba vagamente que habíamos jugado dos veces. Pero él, prodigiosa memoria, me dice: “la primera vez fue en Cerdanyola hace 3 años, te gané de 81, te puse “esmuir” y “egresar”, llevabas un chaleco rojo y para cenar te comiste un bocata de tortilla con mayonesa. La segunda vez jugamos en La Horra hace 2 años, me ganaste de 35, la temperatura era de 29 grados y había un porcentaje de humedad del 24%”. En esta partida volví a poner una palabra mala: ENLOBE. Cualquiera diría que la torrija que tenía encima era por estar in-love.

 En última ronda gané a Raquel Tropel a pesar de encadenar un topel de despropósitos por mi parte. Primero: pongo BACILE, aunque no me la impugnó. 54 puntitos de regalo. Luego, una vez tenía ventaja de 100 puntos y aun quedando media bolsa, en vez de jugar a Scrabble, me puse a hacer como esos malos equipos de fútbol que se meten en el área a defender despejando balones y pidiendo la hora. Así que ella haciendo puntitos me iguala, me pongo nervioso y me equivoco poniendo AZ… y al final se juega un inválido HOPAD que le hubiera dado la victoria. Gano con más pena que gloria y completo un torneo esperpéntico, a pesar de que con 8 victorias parezco haber salvado los muebles.

 Menos mal que en el coche de vuelta Vanessa y María iban animándonos el viaje cantando a coro bonitas canciones de nuestra más tierna infancia y recordando tiernos personajes de dibujos animados de los años 80.

 Siempre me ocurren extrañas aventuras en los viajes de AVE, y esta vez no fue menos. Sentada frente a mí tenía a una japonesa que era clavadita a Manoli Cano. Sabiamente aleccionado por Miguel Ángel Henares en las más altas cotas de saber estar y de caballerosidad (“no tienes cojones de hacerle una foto y mandárnosla por whatsapp”) saqué con disimulo mi móvil, le quité el sonido con cuidado para que no se oyese el disparo, saqué lentamente el brazo del asiento apuntando hacia ella, y cuando todo parecía controlado y ya me sentía como un espía soviético… salta el flash e ilumina todo el careto de la japonesa. Todo el tren se dio cuenta de que le había hecho una foto y pasé de sentirme como James Bond a sentirme como Mortadelo y Filemón. Pero la reacción de ella fue aún mejor, porque en lugar de enfadarse o darme bolsazos, cogió su móvil, me apuntó… ¡y me hizo una foto a mí! Entonces me acordé de verbos como GUAPEAR, NAMORAR o RELIGAR.

Y así todo acabó tal y como empezó, en la misma tónica que todo mi torneo: quedando retratado tras una chapuza y sin saber dónde meterme.

martes, 17 de marzo de 2015

CRÓNICA DEL TORNEO DE SCRABBLE CANTABRÓN




Era muy difícil montar torneo de Scrabble tan brillante como para eclipsar la inclemencia meteorológica que reinaba en Cantabria durante todo el fin de semana. El frío, el viento y la lluvia inducían a no salir de debajo de la manta. Sin embargo, el torneo superó todas las expectativas tanto dentro como fuera del tablero. El lugar, la comida, el alojamiento… Todo una maravilla, super currado y cuidando cada detalle para que fuese, como fue, un torneo estupendo. Eso es lo primero de todo, dar la enhorabuena y las gracias a quien quiera que lo organizase. 


Mi aterrizaje en Bilbao fue triunfal: lo primero que hice al llegar fue entrar en una taberna y pedirme unos pinchos de la tierra… acompañados por una infusión de té verde con una rodaja de limón. José Fernández y María, avergonzados, miraban a todos sitios esperando no encontrarse con ningún conocido. El camarero debió de llamar a la Ertzaintza indignado por tal ultraje a las Vascongadas, y salimos de allí pitando. Genial, otra región más a la que no me dejarán volver. A este paso me veo jugando a las letritas en Isla Perejil bajo la atenta mirada de Mohammed VI.


Por alguna extraña razón, cada vez que entraba en alguna tienda de Bilbao la gente me preguntaba quién era la chica a la que había venido a buscar en autobús desde Sevilla. Ya no sabía cómo explicarles que ni me gustaba la feria, ni la Semana Santa, ni tenía el himno del Sevilla en mi móvil y que tampoco iba a rodar ninguna película. Y todo por culpa de Pingus, que desde que lo sacaron de paseo al cine hace varios meses, no hace más que ponerme acento vasco y llamarme “Rafaé”.


Ya en los apartamentos de Suances el viernes, por la noche sufrí una serie de extraños fenómenos que me hicieron plantearme el equilibrio mental de mis compis de apartamento y el mío propio. Primero, a las 2 de la mañana Miguel Ángel Henares entra en mi cuarto y emitiendo extraños sonidos guturales, se mete en mi cama e intenta abusar de mí. ¿Se equivocó de habitación? ¿Necesitaba cariño? Mejor ni saberlo. A continuación, él, Camprubí y Jesús se ponen a jugar a “piedra, papel, tijeras” en el salón, profiriendo alaridos como si les fuera la vida en ello. Y al final alguien vuelve a entrar en mi cuarto a oscuras, me da una colleja y luego me planta un beso. 


Y por si fuera poco, sobre las seis de la mañana me despiertan unos sonidos humanos rarísimos procedentes de algún lugar del apartamento. Barajé varias opciones: Elena y Andoni montándoselo a lo grande en la habitación de arriba… Pingus y Jesús montándoselo a lo grande en la habitación de al lado… pero al final resultó ser el pobre Camprubí en el baño, que no sé qué estaría haciendo pero no tenía mucha pinta de estar montándoselo a lo grande. 


El sábado, el torneo comenzó con Santi dando un discurso magistral sobre las excelencias de ser bye en primera ronda, y continuó con Santi maldiciendo su suerte al tocarle ser bye el primera ronda. Grande Rosales.


La primera ronda reunió todas las características para que mi torneo comenzara de forma desastrosa: congelado de frío, sin desayunar nada, jugando contra un debutante (cosa que me pone nerviosísimo) y además dicho debutante era mi camarada Jesús, también conocido como Tetutetu, que me ha dado más de una paliza jugando en Scrabble Mattel. Lo bueno era que él estaba igual de nervioso que yo, así que ninguno de los dos dábamos una a derechas. Me temí lo peor cuando se me escapaba de 80 puntos y las 7 consonantes de mi atril me miraban con mofa, befa y escarnio. Pero logré ganarle de 8 puntos aún no sé cómo. En la última jugada casi pierdo por no saber colocar mi “DOM” con una “O” que había libre en el tablero. De pena.


La segunda ronda me emparejó con José Antonio Lozano, al que no me había enfrentado nunca y de cuyo dominio de la estrategia a raíz de su afición al ajedrez había escuchado hablar. Me ganó, por un lado, gracias a dicha estrategia de relojería y por otro lado gracias a que fui incapaz de colocar las 4 últimas letras de mi atril “PIDA” en ningún sitio, cosa que me hubiera dado la victoria. Si un pescador miope en mitad del Cantábrico encrespado hubiera vislumbrado el tablero a 3 kilómetros de distancia con unos prismáticos comprados en los chinos bajo una cortina de lluvia, hubiera visto la jugada  sin mucha dificultad, pero entre mi histeria y los 8 segundos que me quedaban de reloj, fui incapaz de verla. De chiste. 


En la tercera partida, Zanti Rozalez demostró zer todo un az en ezto del ezcrabble. Como estaba jugando contra un cevillano ceceante , pensó que podría colarme un “AZ” por 63 puntos. El caso es que lo consiguió. Ninguno de los dos nos dimos cuenta cuando puso “SAZ-AZ” y me birló 63 puntazos. Menos mal que la fortuna de la bolsa acabó ayudándome y gané. De película.


Durante la comida intenté seguir erre que erre con mi ceremonia del té, pero Montse Sánchez y Manoli Cano me disuadieron de pedir una tila para acompañar  el arroz caldoso con marisco, bajo la diplomática sugerencia de estrellarme la tetera contra mi alocada cabeza si osaba cometer tal desfachatez. Además me acordé de Isla Perejil y de Mohammed VI, y como no quería que también me vetaran en Cantabria, acabé bebiendo agua.


 Marco Cortés, el artista anteriormente conocido como Aferventus en Redeletras, era mi siguiente rival. Comiendo, me repitió unas 37 veces que no quería jugar contra mí, porque le cierro mucho, patatín,patatán. Sin embargo, me ganó en una partida super cerrada, las cosas de la vida. Me parece un gran jugador, completo y sobre todo muy sólido. No comete muchos errores, no se pone nervioso… Espero que juegue más en tablero.


En sexta ronda Montse Sánchez se dio un atracón de haches, ges, eles… llegué a pensar que robaba letras de una bolsa de Scrabble esloveno que alguien le colocaba al lado con disimulo cuando le tocaba coger. Montse es tan competitiva como honesta sobre el tablero, y aunque odia a muerte perder, jamás te birla un solo punto aunque uno se equivoque contando. Al acabar pensé en ofrecerle una infusión de té verde o manzanilla para que pudiera digerir tanta letra mala, pero contemplé mi vida entera pasar por delante de mis ojos y opté por una silenciosa retirada. 


Hacía tiempo que me apetecía jugar con Joana Rubio. Obviando lo evidente (lo evidente es que es la tía más maja del circuito y que desprende un buen rollo sin igual), venía observando que de un tiempo a esta parte había dado un salto de calidad en su juego bastante considerable. Por una vez no me alegré mucho de mi tremenda suerte con los atriles, porque me salió todo y no hubo partida. Me hubiera encantado llegar a un final igualado con ella. A pesar de la derrota, no reparó en ofrecer buenas palabras y sonrisas por doquier al final. ¡Chapó!


En la última de la tarde llegó el momento que Elena Tazón Sinobas llevaba esperando años: volver a enfrentarse a mí para por fin poder ganarme una partida oficial. Sin embargo, quedó totalmente desmoralizada con mi primera jugada. ¿Tenía que pasarme esto justo contra ella? Pues señoras y señores: cuando coloco mis primeras siete letras en el tablero, voy y exclamo sin ninguna vergüenza en mitad de la sala silenciosa: ¡DE-PUTAS!. Elena me dice: “¿acaso me importa  dónde te vas a ir esta noche?” Pero la insolente palabra quedó en el tablero, seguida de una ristra de scrabbles colocados macraméticamente contra lo que poco pudo hacer mi musa erótica, salvo intentar largarse en mitad de la partida, cosa que impedí diciéndole cada vez que se levantaba: “¿Dónde vas? ¿¡De putas!? Vuelve aquí!”. 


Luego se pasó lo que quedaba de torneo dándome collejas, diciendo que no la quería ni una mijita, e instándome a “largarme a ese sitio tan feo que le había dicho”. 


La primera del domingo me enfrentaba a Ayala. Recé porque hubiera pasado una noche loca y se hubiera quedado dormido, pero cuando lo vi aparecer fresco como una rosa, mascando chicle y con cara de embestirme, me temí lo peor. Y lo peor parecía que ocurría cuando me endosó un PICANEA y luego un AHAJASE y luego un MANIEGO… tras ver todo eso, vergüenza me daba colocar el ATOASEN que tenía en mi atril… Al final logré remontarle con un RESIDID de 93 puntos con 5 de las letras en paralelo, creo que fue la mejor jugada que hice en el torneo.


En novena ronda, el príncipe me dejó sin opciones de jugarme el torneo con María. Con diez segundos de reloj me jugué a la desesperada un invalido SARRUDO que me hubiera dado la victoria. Con esa jugada conseguí ponerle el chupa-chups de corbata, pero ganó él.

En última ronda me jugaba el pódium con el estratega-relojero-ajedrecista Lozano. Tras un comienzo un tanto especulativo de ambos, a mitad de partida conseguí una ventaja de un scrabble y mientras Lozano me iba recortando, las fichas se iban acabando, el tiempo se iba agotando, el tablero se iba cerrando…y conseguí ganarle de 20. Al igual que había sufrido durante el juego, luego disfruté analizando la partida con él, como habíamos hecho en segunda ronda. Disfruto mucho de estos análisis post-partida, y se agradece que tu rival se tome la derrota con deportividad y buen rollo, como él hizo, y más tras una partida a muerte en la que te juegas un trofeo.


Al final, para mi sorpresa, acabé tercero. Digo “para mi sorpresa” porque hice cosas rarísimas en este torneo (como pedir batidos de fresa en un bar mientras todo el mundo bebía cervezas), cometí errores imperdonables (lo de pedir té verde con el cocido montañés lo es), pero lo más horrible de todo, con diferencia,  fue el sacrilegio de abrir indiscriminadamente el tablero en varias partidas, hasta el punto de dejar innumerables cuádruples, nónuples y séxtuples  a mis rivales. Mi exclusión del extinto Azeuxis debe de ser cosa de horas. 


Menos mal que María ganó el torneo, y entre su desbordada alegría y su afán por hacerse un reportaje fotográfico para el siguiente número del Cosmopolitan, se le pasó crucificarme un poco. Pocas palabras de elogio me quedan ya para mi querida amiga, que tras quedarse a un paso en el torneo de Madrid, esta vez se tomó cumplida venganza en una final repetida y ganó con merecimiento el torneo. Seguro que de esta forma le ha sabido aún mejor la victoria. Un hurra por ella. Y otro por el príncipe. Y otro por mí, qué narices!


Durante la comida del domingo llegamos a un consenso con las loborras para que me cedieran sus derechos de imagen y así poder escribir un relato erótico llamado “Las Cincuenta sombras de Elena Tazón y de Manoli Cano”. El argumento, idea de la propia Manoli y aplaudido por todo el sector masculino de la mesa, sería un romance entre las dos loborras. Andoni, en vez de defender a su novia de tal encerrona, imploraba con un hilo de babilla que le dejasen hacer un trío con él. Jesús Tetuteru iba más allá, y pedía una bacanal masiva como único machote participante. Miguel Ángel Henares, ante el jolgorio generalizado, se levantaba una y otra vez para ir al baño en mitad de la conversación, y siempre volvía a la mesa suspirando y con una sonrisa de pícaro. 


Los demás no sabían dónde meterse. El pobre novato Geovani buscaba la cámara oculta por todos lados. Camprubí y el príncipe no sabían a donde mirar, y María a su bola, seguía con su reportaje de fotos, inmortalizando una vergonzosa escena en la que Elena intentaba mancharme la cara con mousse de chocolate mientras me gritaba “deputas! deputas! Dime ahora deputas!”, mientras yo intentaba acosar a Manoli con el viejo truco de “qué bien huele tu pelo” y ella se deshacía de mí arrimándose a Elena usando el viejo truco de “somos lesbi”. Entonces volvía a salir el tema erótico entre ellas dos, Andoni volvía a salivar y a pensar en tríos, y todo vuelta a empezar. Aquello era como “el día de la marmota” pero en versión “Pajares y Esteso”.


Pero sin duda, lo más curioso de todo ocurrió durante el vuelo de vuelta a Sevilla. María y yo, aún con ganas de jugar, sacamos el tablero en el avión y empezamos una partida. Una chica que estaba sentada a su lado pareció interesarse por el juego y María comenzó a enseñarle algunas nociones básicas. Cuando María comenzó a explicarle “hay que coger 7 letras, se juega por turnos…” la chica la interrumpió y le dijo “ahí tienes una de siete letras”. Cuando María quiso explicarle que “las casillas rojas triplican…” la chica la interrumpió y le dijo: “ahí tienes un cuádruple por 160 puntos con ZUTUJIL”. Así todo el tiempo. El resultado fue algo así como “Rick 180 – Chica del avión 500”.  Total, que al final María tardó dos segundos en pedirle su móvil, se esmeró en relatarle las excelencias del juego y en contarle que tenemos un club y que nos reunimos los jueves… y lo más importante: impidió que yo la espantase tirándole los tejos, bajo amenaza de cadena perpetua. Y es que “más vale nueva jugadora en mano que intento de ligue volando”.