El comienzo de mi viaje para jugar el campeonato nacional de España de Scrabble 2015 refleja lo que al final acabó siendo el torneo: muchas expectativas al comienzo para acabar de forma esperpéntica. Y es que nada más llegar a la estación para coger el AVE hacia Madrid, me asaltan un cámara de Telecinco y una reportera, preguntándome dónde iba a pasar el puente. Tras contarles que iba a un castillo en Medina del Campo a jugar un torneo de Scrabble se quedaron flipadísimos sin saber qué decir ante mi nivel de frikismo. Así que me crecí y les expliqué rápido cómo iba el tema de los torneos de Scrabble, etc.
Me hicieron varios planos, me preguntaron mis tarifas para posar desnudo… Según decían lo pondrían en los informativos, y tras anunciar a media España mi estelar aparición en las noticias, me monté en el AVE con María, esperando ansiosos que llegasen las 15:00 para ver las noticias.
Tras agotar todos los megas de mi tarifa de móvil, quedarme medio sordo con un solo auricular y agotar los nervios de María, no aparecía yo, no aparecía… hasta que por fin María gritó: “Mira, ahí estás!” Pero…no. María se había confundido al ver a Cristiano Ronaldo sin camiseta y al final no aparecí por ningún lado.
Temiendo que al llegar me apodaran “el fantasma del castillo”, llegamos a Madrid en busca de Juan Novoa.
El viaje de Madrid a Medina se nos hizo super ameno gracias a Vanessa, que se empeñó en contarnos las andanzas de Shreck en las últimas películas, una conversación muy animada entre los cuatro, hasta que Novoa dijo: “¿Por qué narices llevamos una hora hablando de Shreck?”
Cuando paramos en una gasolinera camino del castillo, apareció de entre unos matorrales el fantasma de Patxi Navarro y me dijo una frase premonitoria para mi torneo: “Rick, estudiarte listas y listas de palabras justo antes de un torneo es lo peor que has podido hacer”. Luego su silueta se desvaneció mientras se fumaba un pitillo.
En realidad había puesto en práctica un sistema infalible para aprenderme listas de verbos: consiste en relacionar verbos con personas. Por ejemplo, para memorizar “regruñir” y “rebramar” me acordaba de Elena Tazón. Para memorizar “remandar” me acordaba de María de Arcos. Para memorizar “fiestear” pensaba en Camprubí, para aprenderme “calvar” y “decalvar”, José Montes…
Sin embargo, tal y como vaticinó la aparición de la gasolinera, aquello no sólo no me serviría de nada sino que además confundiría más aún mi alocada mente.
A Joan Lázaro le encanta enseñarme sus cositas cada vez que me ve, pero esta vez me sorprendió con una enorme… palabra. Testigo quedará Marian de su extenso…vocabulario. Jugando la tarde del jueves él y yo contra Vanessa y el príncipe, y tras alentarme a colocar sobre el tablero un XECO para luego descojonarse vivo, me quitó las letras de mis manazas y con la solemnidad de un gran maestro, colocó un inigualable XOCOYOTE mientras yo me escondía bajo la mesa, avergonzado. Luego Lázaro me dijo: “Rick, levántate y anda… pero anda bien lejos de aquí, que no te vea cerca.” Grande Joan.
La primera partida me enfrentó a mi camarada Andoni. Todo iba igualado hasta que se sacó de la manga el verbo RUMIR. Me lo conjugó dos veces, no sé si quiso poner DUMIR, RUMIAR... Me aseguraba a todas luces que RUMIR existía, pero el juez lingüístico, el árbitro del torneo, José Fernández, la RAE… debían de todos estar equivocados y le levantaron la jugada.
La segunda partida contra Arantxa empezó a demostrarme lo que el ente de la gasolinera parecido a Patxi me había anunciado: primero por no ver un ENGRILLAR que había subrayado en mi lista un día antes y que me hubiera dado la partida. Y segundo porque, tal y como me ocurriría en muchas otras partidas, el tiempo casi se me agotó mareando mi atril en busca de palabras que nunca aparecían, así que jugué precipitado y a tomar viento.
En tercera ronda jugué con Guillermo Pognante. En esta partida me ocurrió algo curiosísimo: en mitad de la partida, sin urgencias de marcador ni nada parecido, por alguna razón que jamás llegaré a entender, me llevé 8 minutos mirando el tablero como quien mira una puesta de sol, sin pensar en nada, para al final abrir un innecesario nónuple con una vocal haciendo 8 puntos. Así como lo cuento. En las últimas jugadas me salió un BLOQUEA puesto en el atril tal cual que me dio la partida inmerecidamente. Para bloqueo y empanada mental, la mía. Lamentable victoria.
Durante la cena del viernes sucedió lo más insólito que he vivido jamás en un bar. Tras pedir una primera ronda de pinchos, cuando llamamos al camarero para pedir más platos, el tío nos suelta: “no os puedo traer más comida porque los de la cocina no tienen más ganas de trabajar”. Tal y como lo cuento. Vimos que no era ninguna broma cuando al insistirle, el camarero empezó a traernos platitos de aceitunas como postre. Vivir para ver.
En cuarta gané al amigo Álvaro Noguer en una partida puramente macramé. Otra jugada inválida por mi parte: RULLE. Os prometo que en el tablero final era absolutamente imposible hacer más de 5 puntos ni colocar casi nada. Tal era la telaraña formada que Álvaro a punto estuvo de tragarse el comodín y una O. María, emocionada ante tan maravilloso hecho, no paraba de hacer fotos al tablero y de obsequiarnos con bandejitas de pastas y canapés.
En la quinta partida Montse se empeñó en jugar conmigo a un juego de cartas llamado “bantú”, pero rechacé su oferta y opté por jugar a las letritas. Al final de la partida me llevé 4 turnos pasando para no vaciar bolsa sin darme cuenta de que tenía colocado en mi atril AULLIDOS. Lo puse y gané.
Jugar con Neme la final del mundial debe ser como tomarte una caña con tus amigos. Tensión cero. Nunca tuve a un jugador tan distendido frente a mí, qué tío más majete. Te gasta bromas con las palabras que ponéis, te cuenta chistes, te habla de fútbol y de mujeres… Eso sí, al final después de echar unas risas, el tío majete te acaba ganando casi siempre.
En la séptima ronda empeoré con creces las idas de olla de las partidas anteriores.
Siempre se puede hacer una jugada más disparatada que la anterior, y así sucedió: en una disputada partida con Serge Emig se me ocurrió jugar… atención: UNJID. Duele sólo de verlo, pero lo peor no fue eso. Lo peor fue que cuando me la impugnó, pensé que no valía por ser imperativo y en la siguiente jugada jugué UNJIR. Serge se quedó tan sorprendido que a la siguiente jugada me impugnó LIJE. Esto deja en pañales a otra de mis muchas palabras inválidas en este torneo: MENDEIS. ¿De dónde leches he sacado el verbo mendar? Ver para creer… merezco que me ungan con miel y me suelten bago un panal de abegas salvages.
Vencí a Lozano en la octava en una partida cerrada y curiosa, ya que él hizo 3 scrabbles por uno solo mío, y por más que miro y remiro la libreta, no sé cómo me salieron las cuentas para ganarle con ese bagaje.
En la siguiente gané a Juan Novoa con el tanteo más pírrico que recuerdo en una partida: 382-364. Esta vez fue él quien se equivocó poniendo de inicio AO. Luego no encontró su juego, y de no ser por las dos últimas jugadas de la partida habríamos acabado 335-268 y con una placa conmemorativa en la sede del Azeuxis.
Ayala me embistió con 4 jugadas seguidas de más de 70 puntos y luego se fue a echarse la siesta y a tomarse unos chatos mientras yo me peleaba con mis atriles.
El cúmulo de despropósitos hasta este momento rozaba lo escandaloso, pero con Miguel Ángel Henares superé el límite de lo imaginable en cuanto a cómo perder una partida. Prometo que para perder esta partida había que ser muy rebuscado, e hice la única jugada entre miles que me daba la derrota. Fue así: Perdiendo yo de 10, tengo en mi atril letras estupendas y el comodín. Queda una ficha en la bolsa y echo dentro la RR. Así se la come si me pone scrabble. Él pasa, y a continuación… pongo mi scrabble… y me como la RR que momentos antes yo mismo había echado a la bolsa. La cara de sorpresa de Pingus cuando me vio poner scrabble lo dijo todo. Claro, fue poniendo sus eles, sus ces, sus tes… y ganó. Dantesco.
Chelo Charlán me pareció una gran jugadora, nunca habíamos jugado y me pareció muy completa: tiene buena estrategia, buen vocabulario, templanza… Y lo más importante: es muy sólida y no comete errores. Jugó muy bien el final y yo lo gestioné de pena, me ganó, a pesar de tragarse un inválido CUITEADA que quiso pluralizar. Puede estar orgullosa de su gran torneo, ojalá siga en esa progresión.
Bajo ningún concepto quería enfrentarme a la loborra Elena Zotán. Lleva años acumulando ira sin poder hincarme el diente, y mientras más tiempo pasa sin ganarme más furia acumula, y más me odia, y más collejas me da. Tenía la esperanza de que hubiese llegado el momento, de verdad deseaba que me ganase de una vez, pero con todo el tablero cerrado me abrió y le coloqué un ADURIDO que me acabó dando la partida. Yo a lo mío, seguía coleccionando palabras inválidas para mi repertorio: esta vez fue VANEADAS.
Hablando de verbos, en la noche del sábado a alguien se le ocurrió conjugar el verbo ESFOLLAR a altas horas de la madrugada, y debió de gustarle tanto que a las 7 de la mañana del domingo le dio por conjugar el verbo ESFOYAR esta vez. Los fantasmas también conjugan, parece.
Tori me dejó de una pieza antes de empezar nuestra partida, igual por eso me ganó. Cuando nos sentamos, empezamos a recordar cuántas veces nos habíamos enfrentado, etc. Yo recordaba vagamente que habíamos jugado dos veces. Pero él, prodigiosa memoria, me dice: “la primera vez fue en Cerdanyola hace 3 años, te gané de 81, te puse “esmuir” y “egresar”, llevabas un chaleco rojo y para cenar te comiste un bocata de tortilla con mayonesa. La segunda vez jugamos en La Horra hace 2 años, me ganaste de 35, la temperatura era de 29 grados y había un porcentaje de humedad del 24%”. En esta partida volví a poner una palabra mala: ENLOBE. Cualquiera diría que la torrija que tenía encima era por estar in-love.
En última ronda gané a Raquel Tropel a pesar de encadenar un topel de despropósitos por mi parte. Primero: pongo BACILE, aunque no me la impugnó. 54 puntitos de regalo. Luego, una vez tenía ventaja de 100 puntos y aun quedando media bolsa, en vez de jugar a Scrabble, me puse a hacer como esos malos equipos de fútbol que se meten en el área a defender despejando balones y pidiendo la hora. Así que ella haciendo puntitos me iguala, me pongo nervioso y me equivoco poniendo AZ… y al final se juega un inválido HOPAD que le hubiera dado la victoria. Gano con más pena que gloria y completo un torneo esperpéntico, a pesar de que con 8 victorias parezco haber salvado los muebles.
Menos mal que en el coche de vuelta Vanessa y María iban animándonos el viaje cantando a coro bonitas canciones de nuestra más tierna infancia y recordando tiernos personajes de dibujos animados de los años 80.
Siempre me ocurren extrañas aventuras en los viajes de AVE, y esta vez no fue menos. Sentada frente a mí tenía a una japonesa que era clavadita a Manoli Cano. Sabiamente aleccionado por Miguel Ángel Henares en las más altas cotas de saber estar y de caballerosidad (“no tienes cojones de hacerle una foto y mandárnosla por whatsapp”) saqué con disimulo mi móvil, le quité el sonido con cuidado para que no se oyese el disparo, saqué lentamente el brazo del asiento apuntando hacia ella, y cuando todo parecía controlado y ya me sentía como un espía soviético… salta el flash e ilumina todo el careto de la japonesa. Todo el tren se dio cuenta de que le había hecho una foto y pasé de sentirme como James Bond a sentirme como Mortadelo y Filemón. Pero la reacción de ella fue aún mejor, porque en lugar de enfadarse o darme bolsazos, cogió su móvil, me apuntó… ¡y me hizo una foto a mí! Entonces me acordé de verbos como GUAPEAR, NAMORAR o RELIGAR.
Y así todo acabó tal y como empezó, en la misma tónica que todo mi torneo: quedando retratado tras una chapuza y sin saber dónde meterme.