Era muy difícil montar
torneo de Scrabble tan brillante como para eclipsar la inclemencia
meteorológica que reinaba en Cantabria durante todo el fin de semana. El frío,
el viento y la lluvia inducían a no salir de debajo de la manta. Sin embargo,
el torneo superó todas las expectativas tanto dentro como fuera del tablero. El
lugar, la comida, el alojamiento… Todo una maravilla, super currado y cuidando
cada detalle para que fuese, como fue, un torneo estupendo. Eso es lo primero
de todo, dar la enhorabuena y las gracias a quien quiera que lo organizase.
Mi aterrizaje en Bilbao
fue triunfal: lo primero que hice al llegar fue entrar en una taberna y pedirme
unos pinchos de la tierra… acompañados por una infusión de té verde con una
rodaja de limón. José Fernández y María, avergonzados, miraban a todos sitios
esperando no encontrarse con ningún conocido. El camarero debió de llamar a la
Ertzaintza indignado por tal ultraje a las Vascongadas, y salimos de allí
pitando. Genial, otra región más a la que no me dejarán volver. A este paso me
veo jugando a las letritas en Isla Perejil bajo la atenta mirada de Mohammed VI.
Por alguna extraña
razón, cada vez que entraba en alguna tienda de Bilbao la gente me preguntaba
quién era la chica a la que había venido a buscar en autobús desde Sevilla. Ya
no sabía cómo explicarles que ni me gustaba la feria, ni la Semana Santa, ni
tenía el himno del Sevilla en mi móvil y que tampoco iba a rodar ninguna
película. Y todo por culpa de Pingus, que desde que lo sacaron de paseo al cine
hace varios meses, no hace más que ponerme acento vasco y llamarme “Rafaé”.
Ya en los apartamentos
de Suances el viernes, por la noche sufrí una serie de extraños fenómenos que
me hicieron plantearme el equilibrio mental de mis compis de apartamento y el
mío propio. Primero, a las 2 de la mañana Miguel Ángel Henares entra en mi
cuarto y emitiendo extraños sonidos guturales, se mete en mi cama e intenta
abusar de mí. ¿Se equivocó de habitación? ¿Necesitaba cariño? Mejor ni saberlo.
A continuación, él, Camprubí y Jesús se ponen a jugar a “piedra, papel,
tijeras” en el salón, profiriendo alaridos como si les fuera la vida en ello. Y
al final alguien vuelve a entrar en mi cuarto a oscuras, me da una colleja y
luego me planta un beso.
Y por si fuera poco,
sobre las seis de la mañana me despiertan unos sonidos humanos rarísimos
procedentes de algún lugar del apartamento. Barajé varias opciones: Elena y
Andoni montándoselo a lo grande en la habitación de arriba… Pingus y Jesús
montándoselo a lo grande en la habitación de al lado… pero al final resultó ser
el pobre Camprubí en el baño, que no sé qué estaría haciendo pero no tenía mucha
pinta de estar montándoselo a lo grande.
El sábado, el torneo
comenzó con Santi dando un discurso magistral sobre las excelencias de ser bye
en primera ronda, y continuó con Santi maldiciendo su suerte al tocarle ser bye
el primera ronda. Grande Rosales.
La primera ronda reunió
todas las características para que mi torneo comenzara de forma desastrosa:
congelado de frío, sin desayunar nada, jugando contra un debutante (cosa que me
pone nerviosísimo) y además dicho debutante era mi camarada Jesús, también
conocido como Tetutetu, que me ha dado más de una paliza jugando en Scrabble
Mattel. Lo bueno era que él estaba igual de nervioso que yo, así que ninguno de
los dos dábamos una a derechas. Me temí lo peor cuando se me escapaba de 80
puntos y las 7 consonantes de mi atril me miraban con mofa, befa y escarnio.
Pero logré ganarle de 8 puntos aún no sé cómo. En la última jugada casi pierdo
por no saber colocar mi “DOM” con una “O” que había libre en el tablero. De pena.
La segunda ronda me
emparejó con José Antonio Lozano, al que no me había enfrentado nunca y de cuyo
dominio de la estrategia a raíz de su afición al ajedrez había escuchado
hablar. Me ganó, por un lado, gracias a dicha estrategia de relojería y por
otro lado gracias a que fui incapaz de colocar las 4 últimas letras de mi atril
“PIDA” en ningún sitio, cosa que me hubiera dado la victoria. Si un pescador miope
en mitad del Cantábrico encrespado hubiera vislumbrado el tablero a 3
kilómetros de distancia con unos prismáticos comprados en los chinos bajo una
cortina de lluvia, hubiera visto la jugada
sin mucha dificultad, pero entre mi histeria y los 8 segundos que me
quedaban de reloj, fui incapaz de verla. De chiste.
En la tercera partida,
Zanti Rozalez demostró zer todo un az en ezto del ezcrabble. Como estaba
jugando contra un cevillano ceceante , pensó que podría colarme un “AZ” por 63
puntos. El caso es que lo consiguió. Ninguno de los dos nos dimos cuenta cuando
puso “SAZ-AZ” y me birló 63 puntazos. Menos mal que la fortuna de la bolsa
acabó ayudándome y gané. De película.
Durante la comida
intenté seguir erre que erre con mi ceremonia del té, pero Montse Sánchez y
Manoli Cano me disuadieron de pedir una tila para acompañar el arroz caldoso con marisco, bajo la
diplomática sugerencia de estrellarme la tetera contra mi alocada cabeza si
osaba cometer tal desfachatez. Además me acordé de Isla Perejil y de Mohammed
VI, y como no quería que también me vetaran en Cantabria, acabé bebiendo agua.
Marco Cortés, el artista anteriormente
conocido como Aferventus en Redeletras, era mi siguiente rival. Comiendo, me
repitió unas 37 veces que no quería jugar contra mí, porque le cierro mucho, patatín,patatán.
Sin embargo, me ganó en una partida super cerrada, las cosas de la vida. Me
parece un gran jugador, completo y sobre todo muy sólido. No comete muchos
errores, no se pone nervioso… Espero que juegue más en tablero.
En sexta ronda Montse
Sánchez se dio un atracón de haches, ges, eles… llegué a pensar que robaba
letras de una bolsa de Scrabble esloveno que alguien le colocaba al lado con disimulo
cuando le tocaba coger. Montse es tan competitiva como honesta sobre el
tablero, y aunque odia a muerte perder, jamás te birla un solo punto aunque uno
se equivoque contando. Al acabar pensé en ofrecerle una infusión de té verde o
manzanilla para que pudiera digerir tanta letra mala, pero contemplé mi vida
entera pasar por delante de mis ojos y opté por una silenciosa retirada.
Hacía tiempo que me apetecía
jugar con Joana Rubio. Obviando lo evidente (lo evidente es que es la tía más
maja del circuito y que desprende un buen rollo sin igual), venía observando
que de un tiempo a esta parte había dado un salto de calidad en su juego
bastante considerable. Por una vez no me alegré mucho de mi tremenda suerte con
los atriles, porque me salió todo y no hubo partida. Me hubiera encantado
llegar a un final igualado con ella. A pesar de la derrota, no reparó en
ofrecer buenas palabras y sonrisas por doquier al final. ¡Chapó!
En la última de la
tarde llegó el momento que Elena Tazón Sinobas llevaba esperando años: volver a
enfrentarse a mí para por fin poder ganarme una partida oficial. Sin embargo,
quedó totalmente desmoralizada con mi primera jugada. ¿Tenía que pasarme esto
justo contra ella? Pues señoras y señores: cuando coloco mis primeras siete
letras en el tablero, voy y exclamo sin ninguna vergüenza en mitad de la sala
silenciosa: ¡DE-PUTAS!. Elena me dice: “¿acaso me importa dónde te vas a ir esta noche?” Pero la
insolente palabra quedó en el tablero, seguida de una ristra de scrabbles
colocados macraméticamente contra lo que poco pudo hacer mi musa erótica, salvo
intentar largarse en mitad de la partida, cosa que impedí diciéndole cada vez
que se levantaba: “¿Dónde vas? ¿¡De putas!? Vuelve aquí!”.
Luego se pasó lo que
quedaba de torneo dándome collejas, diciendo que no la quería ni una mijita, e
instándome a “largarme a ese sitio tan feo que le había dicho”.
La primera del domingo
me enfrentaba a Ayala. Recé porque hubiera pasado una noche loca y se hubiera
quedado dormido, pero cuando lo vi aparecer fresco como una rosa, mascando
chicle y con cara de embestirme, me temí lo peor. Y lo peor parecía que ocurría
cuando me endosó un PICANEA y luego un AHAJASE y luego un MANIEGO… tras ver
todo eso, vergüenza me daba colocar el ATOASEN que tenía en mi atril… Al final
logré remontarle con un RESIDID de 93 puntos con 5 de las letras en paralelo,
creo que fue la mejor jugada que hice en el torneo.
En novena ronda, el
príncipe me dejó sin opciones de jugarme el torneo con María. Con diez segundos
de reloj me jugué a la desesperada un invalido SARRUDO que me hubiera dado la
victoria. Con esa jugada conseguí ponerle el chupa-chups de corbata, pero ganó
él.
En última ronda me
jugaba el pódium con el estratega-relojero-ajedrecista Lozano. Tras un comienzo
un tanto especulativo de ambos, a mitad de partida conseguí una ventaja de un
scrabble y mientras Lozano me iba recortando, las fichas se iban acabando, el
tiempo se iba agotando, el tablero se iba cerrando…y conseguí ganarle de 20. Al
igual que había sufrido durante el juego, luego disfruté analizando la partida
con él, como habíamos hecho en segunda ronda. Disfruto mucho de estos análisis
post-partida, y se agradece que tu rival se tome la derrota con deportividad y
buen rollo, como él hizo, y más tras una partida a muerte en la que te juegas
un trofeo.
Al final, para mi
sorpresa, acabé tercero. Digo “para mi sorpresa” porque hice cosas rarísimas en
este torneo (como pedir batidos de fresa en un bar mientras todo el mundo bebía
cervezas), cometí errores imperdonables (lo de pedir té verde con el cocido
montañés lo es), pero lo más horrible de todo, con diferencia, fue el sacrilegio de abrir indiscriminadamente
el tablero en varias partidas, hasta el punto de dejar innumerables cuádruples,
nónuples y séxtuples a mis rivales. Mi
exclusión del extinto Azeuxis debe de ser cosa de horas.
Menos mal que María
ganó el torneo, y entre su desbordada alegría y su afán por hacerse un reportaje
fotográfico para el siguiente número del Cosmopolitan, se le pasó crucificarme
un poco. Pocas palabras de elogio me quedan ya para mi querida amiga, que tras
quedarse a un paso en el torneo de Madrid, esta vez se tomó cumplida venganza
en una final repetida y ganó con merecimiento el torneo. Seguro que de esta
forma le ha sabido aún mejor la victoria. Un hurra por ella. Y otro por el
príncipe. Y otro por mí, qué narices!
Durante la comida del
domingo llegamos a un consenso con las loborras para que me cedieran sus
derechos de imagen y así poder escribir un relato erótico llamado “Las
Cincuenta sombras de Elena Tazón y de Manoli Cano”. El argumento, idea de la
propia Manoli y aplaudido por todo el sector masculino de la mesa, sería un
romance entre las dos loborras. Andoni, en vez de defender a su novia de tal
encerrona, imploraba con un hilo de babilla que le dejasen hacer un trío con
él. Jesús Tetuteru iba más allá, y pedía una bacanal masiva como único machote
participante. Miguel Ángel Henares, ante el jolgorio generalizado, se levantaba
una y otra vez para ir al baño en mitad de la conversación, y siempre volvía a
la mesa suspirando y con una sonrisa de pícaro.
Los demás no sabían dónde
meterse. El pobre novato Geovani buscaba la cámara oculta por todos lados.
Camprubí y el príncipe no sabían a donde mirar, y María a su bola, seguía con
su reportaje de fotos, inmortalizando una vergonzosa escena en la que Elena
intentaba mancharme la cara con mousse de chocolate mientras me gritaba
“deputas! deputas! Dime ahora deputas!”, mientras yo intentaba acosar a Manoli
con el viejo truco de “qué bien huele tu pelo” y ella se deshacía de mí
arrimándose a Elena usando el viejo truco de “somos lesbi”. Entonces volvía a
salir el tema erótico entre ellas dos, Andoni volvía a salivar y a pensar en
tríos, y todo vuelta a empezar. Aquello era como “el día de la marmota” pero en
versión “Pajares y Esteso”.
Pero sin duda, lo más
curioso de todo ocurrió durante el vuelo de vuelta a Sevilla. María y yo, aún
con ganas de jugar, sacamos el tablero en el avión y empezamos una partida. Una
chica que estaba sentada a su lado pareció interesarse por el juego y María
comenzó a enseñarle algunas nociones básicas. Cuando María comenzó a explicarle
“hay que coger 7 letras, se juega por turnos…” la chica la interrumpió y le
dijo “ahí tienes una de siete letras”. Cuando María quiso explicarle que “las
casillas rojas triplican…” la chica la interrumpió y le dijo: “ahí tienes un
cuádruple por 160 puntos con ZUTUJIL”. Así todo el tiempo. El resultado fue
algo así como “Rick 180 – Chica del avión 500”. Total, que al final María tardó dos segundos
en pedirle su móvil, se esmeró en relatarle las excelencias del juego y en
contarle que tenemos un club y que nos reunimos los jueves… y lo más
importante: impidió que yo la espantase tirándole los tejos, bajo amenaza de
cadena perpetua. Y es que “más vale nueva jugadora en mano que intento de ligue
volando”.