Mi experiencia y
sensaciones en el Torneo de Invierno de Madrid de Atriles 2015 quedan
retradadas y resumidas en las dos horas y media de viaje en AVE de Sevilla a
Madrid. Un escenario perfecto con un contexto inmejorable en el que al final te
vas con la sensación agridulce de que podías haber hecho algo más. Me explico:
tras dos horas y media intentando ligarme a la rubia pija que se había sentado
a mi lado en el tren y no conseguirlo, me puse a pensar “tendría que haber…¿y
si hubiera…? ¿Por qué no hice…?”. Fue un magnífico torneo el que nos montaron
los atrileros, rodeados de inmejorable compañía…En el que te vas con la
sensación de que podrías o deberías haber hecho algo más por tu parte.
En la tarde del
viernes, para calentar motores ya en el Atriles, dejé boquiabiertos a José
Fernández y a María de Arcos con una inolvidable exhibición de lo que jamás hay
que hacer en una partida de Scrabble. Mientras uno casi se atragantaba con el
chupa-chups ante mi cadena de despropósitos, la otra se apresuraba a firmar un
acta notarial eludiendo cualquier responsabilidad en cuanto a mi aprendizaje
del Scrabble. Lo único bueno que hice fue tirar mis 7 fichas en el tablero al
azar en la última jugada y formar sin querer la palabra “eutrofia”, de la que
no tenía ni idea. Aunque debieron de tomar buena nota de mis enseñanzas, porque
los dos acabarían disputándose el torneo hasta el final.
El viernes fuimos a
cenar Montes, Yaiza, un tipo parecido a Álvaro Noguer camuflado de joven
debutante y yo, a un bar donde te ponían una montaña de lacón al pedirte una
cerveza. Cuando salió el camarero creímos asistir a un hecho histórico que al
final resultó ser un hecho histérico, porque Yaiza al verlo se puso a chillar como
loca gritando “¡hermano, hermano!”. No era ningún tipo de emotivo reencuentro
familiar. Parece que había confundido al camarero con un participante de Gran
Hermano, y a pesar de las reiteradas negativas del pobre muchacho, Yaiza se
empeñó en hacerse una colección de fotos con él mientras le repetía: “tú eres
Vitín, tú eres Vitín”. Entre tanto, Montes, el jovial debutante parecido a
Álvaro y yo, dábamos buena cuenta de la montaña de lacón.
El sábado por la mañana
el frío y el sueño me desaparecieron de golpe (nunca mejor dicho) cuando en el
bar, esperando el desayuno, llegó por detrás Elena Tazón y sin mediar palabra
me sacudió una hostia del copón. Me echó una bronca tremenda aún no sé por qué,
y eso sí, luego me dio dos besos y un abrazo. Ella es como los antidisturbios:
te sacude sin que sepas el motivo, te acojona… Y todo “por si acaso has hecho
algo”. Y después de eso, ya te pregunta cómo estás, etc. Pero todo es por tu
bien. Es su forma de demostrar afecto.
Cuando llegué a la sala y vi tal cantidad de
gente allí metida no sabía si ponerme a buscar a Wally o si pedir una bombona
de oxígeno. No sé cómo se apañaron los atrileros para encajar tanta gente allí,
pero sospecho que adoptaron los métodos que usan los japoneses para meter a la
gente en el metro: en cada entrada tienen varios empleados que se encargan de
empujar a todo cristo hacia el interior del vagón. Entonces entendí por qué
Joan López se pasó todo el torneo remangado, con cara de satisfacción y sin
aparentar tener nada de frío.
La primera ronda me
emparejó con mi querido amigo Andoni, que me aprecia tanto que me iba cantando
lo que tenía en cada atril a cada jugada. Le salía el comodín: “toma ya!”. Le
salía la Q: “Otra vez la puta Q!”. Le salía un atril lleno “ies”: ponía cara de
chino estreñido. Le salía “gogo”: me hacía un strip tease. Menos mal que no le
salió la K repetida. Así toda la partida. Al final le gané.
Vanessa me esperaba en
la segunda partida con cara de pocos amigos y varias cuentas pendientes
conmigo. Justo en ese momento decidí utilizar una retorcida estratagema que a
la postre no serviría para nada pero que al menos casi hace morir de la risa al
Príncipe. El plan consistía en mirar a mis rivales con cara de pena antes de
cada partida y decirles: “por favor, que sea rápido y sin dolor, no me hagas
sufrir mucho”. Gané a Vanessa con un zamarrazo de chiripa y me levanté justo a
tiempo para esquivar su gancho de derecha.
En la tercera Carlos
Puente me ganó, sólo por una razón: yo me había levantado a las 8 para
estudiarme la lista de palabras que comenzaban con “ARR-”, que siempre se me
atraganta. Tras una hora de estudio intensivo, di por hecho que ya no me
escaparía ni una. Pues bien, en el primer turno de la partida voy le pongo un
invalidísimo “ARRUÑEIS”. Una hora de sueño perdida para esto. Insuperable. Made
in Rick.
Al mediodía repetimos
comida en el bar del lacón, pero ya no estaba “Vitín”, que según nos contaron,
se había alistado en las tropas del gobierno de Mali para combatir en la guerra
civil de allí, aunque yo juraría haberlo visto debajo de la parrilla musitando:
“que no venga, por favor”. Qué daño ha hecho Gran Hermano.
Durante la comida volví
a comprar papeletas para recibir una hostia de Elena, porque se me ocurrió
hacerle pasar vergüenza regalándole delante de todo el mundo la antología donde
sale publicado mi relato erótico en el que según ciertos rumores, aparece ella
como protagonista. No hay nada de cierto, insisto en que el nombre de la
protagonista, “Elena Zotán Sabinos”, no tiene nada que ver con el de nuestra
loborra “Elena Tazón Sinobas”. Cualquier parecido con la realidad en forma de
anagrama es pura coincidencia.
Al rato de regalarle el
libro a Elena una de las mesas del bar empezó a moverse sola, los platos y
vasos vibraban… pensé que un terremoto comenzaba a asolar Madrid, pero cuando
miré a mi lado vi a Álvaro Noguer leyendo mi relato con una sonrisa límbica y
un hilillo de baba mientras repetía “pezón, clítoris, canalillo…”
Wifredo me ganó después
de comer. Me he propuesto no quejarme de mi mala suerte, pero qué narices! De
cinco letras que quedaban en la bolsa cogí una, era la Q, y a continuación él
me escrableó y hala, a tomar viento.
En quinta ronda no sé
cómo lo hice, pero gané de 70 sin verlo claro hasta el final, después de haber
hecho 5 scrabbles y de haber cogido todas las letras de valor. María José
Monreal tampoco se lo explicaba.
Gané a Novoa en la
siguiente, tras jugarse a la desesperada un inválido LEQUILLO al final que me
acojonó, porque un tío que inventa una aplicación de móvil en 7 dimensiones que
te teletransporta en el espacio y en el tiempo al monumento de España que
elijas, es capaz de ganar con semejante palabro y de mucho más.
En la última del sábado
perdí con Arantxa. Estuvo loca, preciosa y muy abierta (la partida, no Arantxa)
hicimos 10 scrabbles y más de mil puntos entre los dos. Acabé agotado y con un
consejo de guerra por parte del extinto Azeuxis.
Durante la cena del
sábado tuve conocimiento de un hecho revelador que cambiaría mi hasta ahora
indeleble amor incondicional por toda mujer viviente: Una comisión especial
formada por Joana Rubio, Joan Lázaro, Marian Marchena y María de Arcos se
encargó de informarme de que cuando empecé a jugar a Scrabble hace unos años,
todo el circuito dudaba de mi sexualidad. Elena y Andoni, que andaban por allí,
reforzaron esta afirmación. Menos mal que a mi lado estaba José Fernández que
me tranquilizó, matizando: “Tranquilo, Rick, no dudábamos de tu sexualidad,
todos sabíamos que eras maricón!”. Tras eso, me apresuré a desmentir tales
rumores tomando como víctima a mi apreciado Joan Lázaro. Cuando dije: “A ver, a
mí en la vida me podría atraer Joan Lázaro” casi se me rompe el corazón al ver
los morritos que me ponía, pero está claro que en esto del Scrabble no se puede
tener piedad, y menos con un tío que te escrablea poniendo “uperculo” y que en
la partida siguiente te enseña la bragueta.
Empecé el domingo con
Ivette. A jugar, me refiero. A jugar al Scrabble, aclaro. A la vez que me ponía
cara de cansada y que me juraba que había dormido 2 minutos en toda la noche,
en cada turno me iba sacudiendo scrabbles y jugadas de puntos. Sudé tinta china
para remontar y al final le pude ganar.
Antonio Álvarez me ganó
una partida retrospectivamente dolorosa para mí, ya que 48 horas después de
jugarla me di cuenta de que casi al final tenía un fácil MONDANDO para ganar
que por mi afán de tapar no vi. Se sacó una buena jugada de la chistera en el
último turno y para él fue la victoria.
En última ronda Teresa
Soler demostró ser una estupenda filóloga con visión de futuro lingüística y
también demostró que tenía ya hambre. Todo fue porque se jugó un inválido
HILETES, conocedora del fenómeno fonético por el cual supongo que en castellano la F acaba
convirtiéndose en H. Le gané y acabé con 6. Os prometo que más tarde me la
encontré en el bar de Atocha comiéndose un bocadillo de hilete a la plancha.
En un final de torneo
cuyo criterio de desempate no acabo de entender, Príncipe y Duquesa se jugaban
el torneo en la última partida, estando él una victoria arriba. Ganó María la
partida en lo que tendría que haber sido una final con todas las de la ley,
pero aún así, el torneo fue para José Fernández. Algunos dirán que “esto es
así”, que “el sistema es el que es”, etc. No sé hasta qué punto se antepone un
“sistema inamovible” a la lógica. Desde luego, en otros juegos como el ajedrez,
con una dinámica similar, prima la lógica y se hace de otra manera. Pues eso, me
pareció una final de mentira ya que desde antes de empezar había un ganador.
Mucho más justo y emocionante hubiera sido, por ejemplo, que los dos primeros
se jugaran el torneo en el rey de la colina en una final absoluta independiente
de bujol, bajol, bejol, terceros resultados y criterios secundarios.
Aún así, expreso mi más
profunda admiración para el Príncipe y la Duquesa de Francia, no sólo por ser
dos jugadores excepcionales cada uno con un estilo tan distinto, sino porque
por muy alto que lleguen, siempre tienen predisposición y ganas de compartir su
tiempo y sus consejos con jugadores modestos con ganas de aprender, sin perder la sonrisa ni el chupa chups de la boca.
Al final, el
merecidamente homenajeado Dupmaster López volvió a ejercer de japonés del metro
y logró sacarnos a todos de allí, pero tras los besos y despedidas de rigor,
aún no había acabado el espectáculo.
Yaiza, espoleada por su
estupendo torneo con 7 victorias, realizó una espectacular maniobra de
escapismo digna del mismísimo Houdini. Logró burlar la vigilancia de los 4
sevillanos que la esperábamos para volver a la estación, tomando un camino
alternativo y llegando a Atocha justo a tiempo de perder el tren de las 16:30
pero de ser admitida en el de las 17:15, todo fríamente calculado y
milimétricamente urdido. Lo único que desconozco es el objetivo final de su
plan, aunque lo sospeché cuando al salir de Atocha, un tipo vestido de camarero
y cara desencajada perseguido por una chica de gafas adelantó corriendo al tren
al grito de “¡¡Que no soy Vitín!!!”